Alma de filósofa, mente de escritora, pensamientos de poeta y un destino plasmado en letras.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

19 de Diciembre

Al incio me sentí sin gravedad, me sentí flotar, pero con esa sensación de agua hasta el cuello, creí que me ahogaría de nuevo.

Comencé a respirar conforme caminaba, cerré los ojos, me obligué a escuchar. Si no afronto esto ahora. ¿Cuándo?

Seguí sintiendo el aire, la suavidad y el ritmo pasar por mis entrañas, trago fuerte, sigo caminando al ritmo, cada vez más acompasado mi caminar con tu latir.

De repente, después de relajarme un poco mientras sigo el ritmo, entra a escena un sonido, la voz de una mujer y un coro que me acompañó muchas noches, sonrío y comienzo a cantar.

Entonces un terremoto me mueve el alma y mi canción favorita hace el comienzo del final, detengo mi caminar.

Intento respirar profundo,  algo me lo impide, mi estómago se vuelca otra vez, sonrío como puedo.

Enfrenta, me dije. Queda tan sólo un minuto,  no te arruines.

Llego al final, miro el techo y pienso.
¿Quién soy? ¿Dónde estoy?

Sé que piso tierra y nada más, entonces llega un estruendo de la notificación de un mensaje que me saca del trance.
¿Me odia? ¿Y a mi qué me importa? Demasiado qué pensar para enfrascarme en dramas injustificados.

Me enfoco de nuevo, intento volver a respirar, me siento, el aire pega en mi rostro demasiado alterado para fingir normalidad. No me importa nada en este momento. En este momento sólo me importa que se ha encontrado, más de lo que imaginaba, es lo que siempre quise. Estoy feliz en la muerte y el vacío.

Estoy ciega, anestesiada y hay réplicas en mi garganta. No entiendo nada. No quiero entenderlo tampoco, tengo la sensación de tener demasiado en la cabeza y a la vez nada.

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