No hay mucho que decir de estos simientos de helechos. Amargos y coadyuvantes, eternos y colosales. Azules rebuscados y tallados de oro falso como el agua que estamos acostumbrados a tragar como vino añejado. La caminata silenciosa de Mozart y de Vivaldi. Personajes: hundidos y quemados, comidos y lamidos, esos de hoy en día que pierden el tiempo de risa.
Perpetuando humanidades que no tienen mucho que establecer. Víboras sin colmillos, con colas de cigarrillos, lanzando al aire sus contorsiones de humo como el verde puro de la rosa espinada y las luces de dioses que llevan autores de Gogh en colores. Orejas sin reserva, huyendo de la demencia, de fugaces lugares como Hades en penumbra.
Ruedas de molinos y colmillos sin destino, pausando las ojeras y en el aire lleno de penas. Títulos sin tumbo, con fuerza de atracción de diluvio y respiraciones inciertas de pequeños ronroneos llenos de pureza, de amor en reserva y algo decente entre el cielo y tus ojos , ojos gatunos perfectos en desuso. Rasgueos desesperados, movimientos estresados.
Qué es hoy de la paz que no se encuentra más que en la Gloria, cuando ella es todo. Saltos rítmicos de continentes a contenidos, de acordes a nubes, de corrientes a imánes, de sales a mares, de azules a cianes. Qué hace Adonis entre tanta masculinidad, Thot qué hace de ignorante y Anubis qué hace caminante por la vida entre lujos y lujurias, entreanimales de fobia adversa; qué hace Anubis en Acrópolis, por qué vivo si los muertos no respiran en otras dimensiones, estan perdidos entre montañas de galaxia. Por qué el viento sopla y por qué mi alma rebota.
Entre zumbidos sileciosos y hojas en reposo, el aire pasa sus alas suaves y aterciopeladas.
